Antes de comenzar quisiera decir lo
siguiente: todo apunta a que existen leyes universales sobre cómo el ser
humano aprende, independientemente del entorno, medio, recurso o herramienta
que se utilice. Porque sobre la discusión si la modalidad es presencial, semipresencial,
o si es mixta, o a distancia, o como cualquier investigador se le antoje
llamarle, el ser humano sigue siendo el mismo. Por lo tanto, una investigación
seria sobre el aprendizaje y los escenarios donde este proceso se lleva a cabo
debe también indagar en el misterioso, profundo e infinito campo que es el
cerebro y sus posibilidades. De allí que los avances en la neurociencia serán
valiosos para potenciar el aprendizaje de cara a los nuevos retos que impone la
Era Digital.
De tal manera que no se trata de crear
escenarios digitales sin ningún tipo de estudio que respalde el impacto que
estos tienen sobre el aprendizaje. Y esto es una realidad, existen elementos
que ha incorporado la Era Digital
que son muy valiosos, los cuales han sido ya validados por las Ciencias Pedagógicas
y otros que simplemente existen y que todavía no se les ha dado la importancia
que requiere como son los mundos
alternativos, persistentes, que tienen su desarrollo incluso cuando el individuo
está desconectado de la red, y por supuesto, otros elementos que han sido
sobrevalorados y que han sido catalogados como la panacea de la Educación
Virtual y que no han generado los cambios que tanto se esperaban.
Un Entorno Virtual de Aprendizaje es un
espacio donde se hace posible la interacción didáctica entre los distintos
factores pedagógicos que posibilitan el acto educativo, los recursos y los
modelos de aprendizaje. Estos entornos tienen su fundamento en el lenguaje computacional
y en la virtualidad como fuente primaria
de recursos persistentes en la red.
Tecnófilos
y tecnófobos se debaten entre cuales escenarios son los más adecuados para
desarrollar el nuevo aprendizaje que demanda la modernidad. Unos apuestan por
el internet. Otros siguen apostando por el aula de clases tradicional.
Por otro lado, es evidente que el aula
tradicional, construida con ladrillos, que en el mejor de los casos está dotada
con pizarrones para tiza o marcador, que excepcionalmente puede contar con un video beam y un computador, y que en el
peor de los casos pudiera solo contar con una pared desnuda pintada de verde,
simulando un pizarrón, para que el docente pudiera exponer algunas ideas, es menos
versátil que un Entorno de Actividad Sensorial Múltiple (EASM) donde se cuenta
con una infinita cantidad de recursos, de manera permanente y rompiendo con las
barreras del espacio-tiempo. En consecuencia, y contradictoriamente a lo que pareciera,
un EASM es más expansivo por la versatilidad y la flexibilidad de las
herramientas que presupone, sin menospreciar claro está, las limitaciones de
las cuales adolece como son la poca o nula posibilidad de hacer intercambios en
otros ámbitos sensoriales como el tacto, el gusto y el olfato.
La investigación y el desarrollo de nuevo
software y nuevo hardware cada día impactan de forma determinante la experiencia
del aprendizaje. Es probable que en los próximos años estemos presenciando
aulas virtuales que permitan tener una conexión más profunda a nivel sensorial
de lo que actualmente se puede experimentar.
Debo
finalmente aclarar que no es mi intención denigrar ni subestimar el impacto que
ha tenido el aula tradicional para el proceso civilizatorio. De ninguna manera,
ya que la humanidad ha cimentado sus bases modernas de convivencia en el aula
tradicional de clases.
Vivimos en un momento coyuntural donde las
viejas teorías y los viejos paradigmas están chocando con las nuevas tendencias
que suponen la incorporación de las Nuevas Tecnologías de Información y
Comunicación; tanto en la sociedad en su conjunto como particularmente en el
campo de la educación. Es tiempo de mirar hacia un futuro que se construye
lejos del aula de clase pero donde todavía el corazón está latiendo; se
escuchan unos y ceros como sístole y diástole.
Carlos Zarzalejo.
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