SOBRE LA VERDAD Reflexión filosófica
La filosofía hindú persigue la liberación; la griega, a excepción de Pirrón, Epicuro y algunos inclasificables, es decepcionante: no busca más que la... verdad.
Emile Ciorán.
A mis alumnos.
I
La ciencia es un
lenguajear, como toda forma de conocimiento humano. Mientras más profundo es
ese lenguajear, más complejo, para quienes intenten dominar y descifrar ese
difícil arte. Todo acto humano es poético. La VERDAD es inalcanzable, por
razones algunas muy obvias, otras un poco más complejas que no mencionaré
ahora.
La tecnología nos asombra por su descollante pirotecnia y pereciera ser LA VERDAD. Estoy convencido que hay formas más
deslumbrantes que las tecnologías de información, guardadas en nuestro ínfimo
cerebro como por ejemplo la telepatía, la intuición, los viajes astrales y pare usted de contar procesos calificados por la ciencia como esotéricos e irrelevantes porque no son susceptibles de medición.
Quien comienza a
lenguajear sobre algún tópico de la existencia, llegará, como un baquiano, a
ser el único que tendrá las llaves para abrir esas puertas. El único que tendrá
el mapa de esos caminos. Por tanto se convertirá en un mago, un gurú, un
chamán, un notable científico, etc.
La matemática puede
probar cualquier cosa humana. El lenguaje binario es tan pobre como un
píxel. En el lenguaje matemático la
síntesis es el cuadrado. Y en particular la línea recta, cosa que no tiene
existencia en el cosmos. La geometría no existe ni nada que se le parezca. El
universo se mueve cadenciosamente o no, como un vals, pero no tan acompasado.
No existen los compases. Ni tampoco el tiempo. Y las grandes mentes lo saben.
La dinámica del espacio no admite la razón humana.
La ciencia, esa nueva
forma de chamanismo, es un mecanismo de dominación. Una manera de conservar el
control sobre los que han sido históricamente desposeídos de sus actos
conscientes. Quien atente contra la ciencia, será tildado de hereje, de
satánico, de irreverente, y en algunos casos más puntuales, de forajido. En los
peores casos, irá a los centros de control, a los novedosos campos de
concentración que se han inventado los humanos, y que ya Foucault y otros han
descrito; desde la escuela, hasta las cárceles.
Hay que encontrar
nuevas formas de pensamiento que no estén sometidas al yugo de la geometría y
de la matemática, formas más libres de pensamiento. El arte es un camino
interesante en tanto siga su espíritu primigenio de libertad. Sin embargo,
todos sabemos que el arte, hoy por hoy, se encuentra bajo el yugo inclemente de
la sociedad de consumo.
En la ciencia se ha
lenguajeado a tal profundidad que pudiéramos pasar décadas para poder seguir los
pasos, desde los antiguos griegos, y más allá, hasta nuestros días, de teorías
y axiomas que las mentes más brillantes han diseñado en cada época. Las
matemáticas son una prueba de ello. Sin embargo, cualquier forma de
pensamiento, en tanto órbita, es válida y podría llegar a crear su propio
entramado complejo de vericuetos y principios. Y digo en tanto órbita porque lo
satelital es una forma de inteligencia primaria; un mensaje para seres de
pensamiento incipiente como el humano. Esto es, el universo es su propia ética
y la ética de todos. Pero no la metaética de la que hace referencia Habermas,
sino una ética real, donde ningún objeto, por más descomunal que parezca, se
impone a otros. Véase por ejemplo el sistema solar.
Vivimos en una
condición ontología que nos hace prisioneros en un cuerpo extremadamente
primitivo. No existe la menor posibilidad, al menos en muchísimos siglos, de
poder tener una comprensión medianamente sintonizada con el centro del cosmos.
Pudiera mencionar muchos ejemplos, pero no es la intención, y creo que
redundaría en algo que es público y notorio.
La
ciencia es un lenguaje coherentemente bien elaborado en sus propios términos,
como lo es el arte moderno; excepto algunos muy contados felices casos. La
ciencia es una suerte de Dios en lo humano. Ningún científico va a negar a la
ciencia, como ningún clérigo o monje va a cuestionar a su Dios. El problema
está en que la ciencia se apropia de
algunos aspectos que son inherentes a la condición humana, como lo son el
pensar, o el investigar. Sin embargo, y para desgracia del método científico,
se pueden hacer ambos procesos sin recurrir a la ciencia. De hecho, antes de la
aparición de la ciencia, el conocimiento fluía con toda normalidad, puntual y
mágico. La frase cogito ergo sum, cuyo axioma se convirtió en el inicio de todo
un nuevo paradigma de pensamiento, condiciona la existencia humana al pensar
científico. Un dilema finamente bien diseñado para darle soporte al
stablisment; una manipulación que hace aberrante todo conocimiento que no
provenga directamente del método científico. Lo cierto es que la existencia no
está condicionada a nada que no sea exclusivamente la vida. Vivir es existir.
Es
imposible no pensar. Mejor aún, es imposible no investigar. Investigar es
ordenar un cierto cúmulo de información con el objeto de resolver algún
problema, desde lo cotidiano, hasta lo metafísico. Y de esto sabemos los
hombres desde tiempos muy remotos, prescindiendo del conocimiento científico.
Por tanto la ciencia se ha apropiado de algo que no le pertenece, porque la
celeridad no es una solución en sí. En la naturaleza hay casos asombrosos donde
los animales conviven armónicamente en su ecosistema. Los insectos, por
ejemplo, resuelven problemas de una manera muy ingeniosa, (ver por ejemplo la
tela de una araña o un panal de abejas) y no conocen la ciencia.
Además,
y en esto se debe hacer énfasis, todos sabemos que entender al cosmos como una
cadena interminable de problemas y soluciones es una visión científico-técnica
muy limitada. De hecho el cosmos es lo que es, no es un problema en sí mismo.
La problematización es una variable científica y humana. Ese antropocentrismo
desmedido en el cual hemos sumergido los más elementales eventos de la
naturaleza. Hemos llamado al planeta Tierra, salvaje. Hemos hablamos de
animales salvajes y peor aún, peligrosos, por hacer lo que su condición animal
les atribuye hacer. Hemos tildado a la tierra de enemiga cuando tiembla, cosa
que es natural en ella, y que siempre será así, nada podrá evitar eso. Y así,
un interminable etcétera. La misión del hombre es acomodarse, no imponer,
porque sencillamente es imposible imponerse a los elementos, al cosmos. Donde
la ciencia ve problemas yo veo posibilidades de creación, adaptación, compasión
y respeto.
No
se trata de destruir el conocimiento científico, sino de abrir un abanico de
posibilidades para construir la vida futura, teniendo como fundamento el amor y
el respeto. Como diría Michel Foucault
“no hay en el conocimiento una adecuación al objeto, una relación de
asimilación sino que hay, por el contrario, una relación de distancia y
dominación; en el conocimiento no hay nada que se parezca a la felicidad o al
amor” (Pág. 16. Las formas Jurídicas)
Porque un cúmulo de conocimiento que no esté atravesado por lo actitudinal,
esto es, mantener una actitud amigable y respetuosa con el ambiente que nos
rodea, llámese animales, plantas, agua, tierra e incluso la humanidad en sí
misma, carece de todo sentido.
El
Estado como garante de la libertad debe construir unas bases jurídicas sólidas,
una base legal, que permita que el acto de investigar esté libre, como
ontológicamente lo está, de cualquier atadura dogmática, religiosa o política.
Que el acto de investigar, por ejemplo en las universidades y en las escuelas,
pueda desencadenar en la construcción de proyectos bajo ópticas muy particulares,
validadas socialmente o no; siempre que no atenten contra lo más
primordialmente humano que es el amor y el respeto éntico.
En
consecuencia, mi planteamiento es muy claro: hay que, con urgencia, declarar
ilegal, y bajo ninguna manera aceptable, la imposición de un modelo científico
para la producción del conocimiento, tanto en las escuelas, como en las
universidades. En segundo lugar, hay que declararse en rebeldía ante cualquier
institución, nacional o extranjera, pública o privada, que intente u obligue
usar algún tipo de metodología como única forma para la producción de
conocimiento; y quienes obliguen a usar un determinado método so pena de
reprobación, o so pena de ser excluido de instituciones, revistas,
publicaciones, cargos, etc., este hecho debe ser considerado como delito de
lesa humanidad. Y en tercer lugar, hay que fomentar la investigación como un
acto libre, donde cada ser humano exponga la forma como se adapta a su entorno,
sin mayores limitaciones que las que imponga la consciencia.
II
Imaginar
es mentir descaradamente y todos tenemos capacidad de imaginar. Es un libre
ejercicio que se nos ha revelado en los sueños. La imaginación es el origen de
todo conocimiento. Por tanto, todo conocimiento, de suyo, puede validarse
solamente en tanto humano, no en tanto cosmos. La forma en que se ordena el
cerebro es geométricamente. Uno de los axiomas principales es el de la
selección. La recta es la distancia más corta que existe entre dos puntos. He
allí el gran traspié del método, porque dos puntos se pueden unir de formas
infinitas y no solo mediante la recta. Lo “corto” entre las distancias, que es
la variable a la cual se le atribuye el peso más grande en dicha ecuación,
responde solo a un modelo específico político-económico asociado con la
optimización del tiempo. El paradigma de la modernidad es acortar el tiempo. Y
eso es absolutamente improbable y absurdo, en primer lugar porque el tiempo no
existe y en segundo lugar, porque la admiración y la contemplación, ejes
fundamentales de toda filosofía, son procesos asentados, no precipitados.
Si
seleccionamos, excluimos necesariamente. Por tanto seleccionar es, de suyo, una
forma de error; el ensayo y el error. Habría que actuar como el gas que no
necesita llaves para entrar a nuestros hogares. Existe una forma de pensar en
el TODO que no es accesible al cerebro humano, al menos no por ahora. Habría
que pensar que para llegar de A a B existen formas astronómicamente más
creativas y no sólo mediante una primitiva recta.
René
Descartes era consciente de la debilidad del método que proponía. “Mi
propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir
para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he procurado
conducir la mía”. (Descartes. El método. Pág. 19) El método científico
propuesto por Descartes es un acto meramente especulativo; “las fábulas son
causa de que imaginemos como posibles acontecimientos que no lo son”. (Ibídem),
Además refiere: “Puede ser, no obstante, que me engañe; y acaso lo que me
parece oro puro y diamante fino, no sea sino un poco de cobre y de vidrio. Sé
cuán expuestos estamos a equivocarnos, cuando de nosotros mismos se trata, y
cuán sospechosos deben sernos también los juicios de los amigos, que se
pronuncian en nuestro favor.”
Quizá
la debilidad más importante en toda la propuesta cartesiana sea el hecho que no
logra resolver cómo el pensamiento antecede a la existencia. De hecho, si
dejamos asentar los juicios, si reflexionamos con claridad sobre este aspecto,
nos daremos cuenta que es totalmente lo contrario: primero existo y luego
pienso, no como pensaba Descartes. Es decir, sin existencia, sin
vida, indudablemente no hay pensamiento, pero sin pensamientos puede haber
existencia, excepto en la muerte, véase por ejemplo durante el sueño, durante
los estados iniciales del embrión, en estados profundos de meditación, en
estado de coma, en cualquiera de esos caso continúa la vida y no hay
pensamientos, porque el pensamiento, como ya se ha dicho, es un acto
consciente.
Otro
elemento que pudiera inferirse del método cartesiano es que fusiona razón con
ciencia, y son dos conceptos, si no antagónicos, muy bien distanciados. La
razón es un proceso mental forjado durante millones de años de desarrollo
evolutivo del hombre. La razón es inherente a la mente humana. La ciencia es
incidental, puntual y efectista. Por tanto, no podemos nunca pensar que la
razón es propiedad de la ciencia, esto es, usar la razón no nos hace
científicos, y esto es algo que no logra resolver el Discurso del Método.
El
mérito de René Descartes radica en la valentía de enfrentarse a la forma
meramente especulativa de su tiempo, por una parte. Y por otra, porque él se
propone ser método en sí mismo. Allí radica su importancia. Si algo debemos
aprender del Discurso del Método, no es el discurso en sí mismo, sino a ser uno
mismo; desarrollarse como método; ser en sí y para sí.
La
ciencia, por otra parte, puede abrumarnos por su extensión y su volumen de
información, a diferencia de otros paradigmas, se propuso crecer para ser
inalcanzable; difícil de asir. Se hizo, en primer lugar, un conocimiento
permeable, y en segundo lugar, exponencial. La ciencia se apropió de la
insatisfacción perenne para perpetuarse. Nos hizo creer que el cosmos es un
problema cuando es todo lo contrario.
Hoy
en día hay tanto conocimiento científico que es imposible para cualquier humano
adentrarse en el complejo entramado de cada una de las ramas que la componen.
Ahora
bien este ensayo no pretende renegar en contra de la verdad. Sino más bien
pretende señalar que existe una VERDAD superior, cósmica, astronómicamente
inalcanzable para nuestro primitivo cerebro y una verdad científica que
pretende imponerse como forma de vida en la tierra. La verdad cósmica existe,
de lo contrario no orbitarían los planetas, ni se unieran las células para
formar el cuerpo, ni existiera la luz; sin embargo, las claves para descifrar
esos algoritmos son inaccesibles para los seres humanos. Las hormigas no tienen
consciencia del espacio sideral, y no por ello esto último deja de existir. Así
el hombre ignora una descomunal cantidad de información que no es accesible a
su ínfimo cerebro, y esto no debería causarnos estupor, ni alarma, ni
extrañeza.
Necesitamos
aprender a vivir y convivir entendiendo nuestra condición humana, ínfima,
minúscula, pero no insignificante. Las explicaciones sobre qué somos los
humanos, que van desde que somos una creación divina, un experimento, un simple
incidente en el basto universo, son irrelevantes si antes no partimos del amor
y el respeto al todo en su conjunto.
La
VERDAD es lo que es, no necesita explicación o justificación. Entender el mundo
como una sucesión de problemas sin solución de continuidad es una estupidez. De
tal manera que la verdad no le pertenece a nadie, no es propiedad de nadie,
simplemente está allí como el oxígeno que respiramos. Cualquier forma de
imposición o de avasallamiento es ilegítima e injusta, porque ningún ser humano
tiene autoridad para calificar inferior a otro, tomándose como referencia a sí
mismo.
¿Cuántos
etnocidios, genocidios, etc., se han cometido en nombre de la verdad? Cristóbal
Colón escribía a los reyes de España:
A
la primera que yo fallé puse nonbre Sant Saluador, a comemoración de su Alta
Magestat, el qual marauillosamente todo esto an dado; los indios la llaman
Guanahani. A la segunda puse nonbre la isla de Santa María de Concepción, a la
tercera, Ferrandina; a la quarta, la isla Bella, a la quinta, la isla Juana, e
así a cada una nombre nueuo. Cristóbal Colón. Carta a los Reyes de España.
1493.
Sin
duda, la llegada de los españoles a tierras de lo que hoy se conoce como
América es la historia de la expropiación de territorio más grande de la que se
tenga conocimiento en la humanidad (unos 43 millones de kilómetros cuadrados),
con las consabidas consecuencias que eso trajo. Sin embargo, no es allí donde
quisiera detenerme. El verdadero avasallamiento está en pretender nombrar al
mundo de una forma particular y ajena al individuo. En esa época se hizo a
través del uso de la pólvora.
Hoy
en día existen otros procesos más sutiles donde el hombre es despojado de sus actos conscientes mediante
macromodelos que imponen los centros de poder. La producción de conocimiento en
las universidades, por mencionar solo un ejemplo, está supeditada a un
entramado metodológico cimentado en las normas APA (American Psychological
Association –APA-), bajo el título Publicación Manual of the American
Psychological Association), en el cual establecen unos criterios totalmente
absurdos y homogeneizantes, desconociendo todo principio de libertad individual
y creación. Cabe destacar que las normas APA, y todas sus variantes y
adaptaciones, como el Manual de Trabajos de Grado de Especialización y Maestría
y Tesis Doctorales de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, son
expresiones de avasallamiento y bajo ningún aspecto aceptables como única
metodología para realizar procesos de investigación. La estandarización como
fenómeno, atenta contra las más elementales libertades humanas, como son las de
crear y disentir.