SOBRE EL ACTO DE LEER - REFLEXIONES FILOSÓFICAS
SOBRE EL ACTO DE LEER
Reflexión filosófica
Leer
es un acto de ocupación. Siempre.Tanto las lecturas “obligatorias”
en clase, como las lecturas “libres” responden a la poderosa industria del
libro. En ambos casos hay ocupación. En el segundo caso, existe una ilusión de
libertad, la misma que opera en la televisión, o el internet.
Las lecturas “obligatorias” no
pueden más que calificarse de delito. Algún día eso vendrá. No lo veré.
Aproximarse a la verdad del libro
es una tarea compleja y hasta imposible. Los “buenos lectores”, abanderados del
uso del libro como arma para salir de la “barbarie” son los defensores de su
industria, del sistema, o del gobierno de turno.
Estos “buenos lectores” que acaso
se habrán aproximado a un puñado de libros, no podrán, por más que quieran,
acercarse a los billones de libros escritos por la humanidad. Desde los
primeros testimonios gráficos, pasando por los textos escritos en todos los
idiomas, hasta la explosión literaria que ha implicado internet. Esto, sin
entrar en la discusión antropológica sobre las culturas mal llamadas “ágrafas”.
La libertad no radica en leer. La
libertad, en todo caso, está en escribir, desde lo más profundo, desde el
centro del ser, desde los miedos del hombre, desde su cosmos, su metalenguaje,
su esperanza.
Toda norma en la escritura es
ilegal. Legitimadas por una creciente sociedad de consumo, y por una
malentendida globalización, cimentada en la informática, y más específicamente
en las tecnologías de información y comunicación.
Algunos se aferran a decir que el
libro nos acerca al pasado, a las experiencias previas del hombre. Es una
verdad a medias, mejor dicho ¿cuál libro? ¿cuál humanidad?
Todo libro es una experiencia
previa, incluyendo los libros escritos en todos los idiomas y dialectos. En
todas las épocas, por todas las religiones y tendencias políticas. Y por sobre
todo, los libros no publicados, los “nonatos”: los grandes marginados de la
historia. Todo libro que no se publica
es un crimen.
Es entonces cuando nos acercamos a
esa caja negra que es la industria editorial. Ella está al servicio del
sistema. Leemos lo que un grupo de “iniciados” quieren que leamos.
El libro ha sido un instrumento de
dominación siempre: la historia del
hombre y olvido de sí mismo.
Incluso la literatura jurídica:
leyes, constituciones, códigos, reglamentos, son discutibles. Sin embargo es
innegable la importancia que tienen dichos textos para mantener un cierto
estado de cosas que pudiera llamarse paz, el pacto social, la “civilización”.
El hombre es su propio libro. La
publicación responde a otros extraños intereses que nos alejan de la esencia
del ser.
Es imposible eso que ha tratado de
vender la sociedad de consumo como el “no adoctrinamiento”. Leer un libro es
adoctrinarse. Punto. Sea cual sea su origen, sus principios, su esencia.
Quien diga que es imprescindible
acercarse al libro para llegar al bien o a la verdad, miente. Como aquel que
dice que para ser “buena persona” hay que practicar tal o cual religión. Si
para ser bueno debes leer un libro, entonces no eres bueno. Ser bueno es un
consenso, un pacto social, una validación colectiva, desde la micro experiencia
que significa la familia.
Dado el estado de cosas,
paradójicamente, es inevitable el uso de la literatura universal. Hemos puesto
a andar un carro, que va a tanta velocidad, que detenerlo de golpe sería un
suicidio.
Es cierto, tenemos los grandes
libros de occidente. La historia de Jesús de Nazaret, por mencionar alguno, me
refiero a la Santa Biblia, y en particular al Nuevo Testamento. (Una de las más
hermosas historias de las que se tiene conocimiento). La historia del hijo de
Dios, que dio su vida para liberar de pecados a la humanidad. Trajo la idea del
desprendimiento, del hombre que se aleja del egoísmo para dar todo al otro, el
soñador, el idealista, el romántico, el loco, el tipo diferente, el valiente,
el que lucha contra los molinos de su
tiempo. Sí, el mismo. Un proto- Quijote.
Los tres o cuatro grandes libros de
occidente. Y sus sucesivas buenas copias.