Un
Leviatán que imponga la justicia a punta de espada aún está utilizando
una
espada.
Steven
Pinker
Hace
un par de años, mientras navegaba por internet, me tropecé con artículo que hablaba sobre los libros que recomendaba
Bill Gates. Y entre los primeros libros de la lista estaba “Los ángeles que
llevamos dentro”, de Steven Pinker. El
título me pareció interesante y procedí a buscar el libro para leerlo. El tema
me sorprendió por la forma en que el autor aborda la problemática de la
violencia. Da una visión muy particular de cómo la humanidad ha ido
disminuyendo los índices de muertes violentas a lo largo de los años. Las
críticas al libro no se hicieron esperar. El antropólogo Brian Ferguson, por
ejemplo, asegura que ocurrió y ha ocurrido todo lo contrario. La humanidad se
ha hecho más violenta. Cierto o no, y más allá de las justificaciones que pudo
haber expuesto Steve Pinker, lo que me llama profundamente la atención de este
libro es que, viéndolo desde una óptica un poco más futurista, se convierte en
un principio de la sociedad digital; esto es, limitar todo contacto físico
entre las personas, hacer del contacto
un algoritmo que no pueda infringir dolor. Por lo tanto, y agregando un par de
ideas a la tesis de Pinker, pudiera decir que la virtualidad supone la
redefinición del término violencia y guerra.
En
primer lugar, un crimen pudiera ser la perpetración de un delito digital. De
tal manera que la virtualidad, de suyo, no instaura una sociedad de paz. El
terrorismo cibernético es una realidad hoy en día, y los robos millonarios a
entidades financieras que operan on-line, son notorios y evidentes. Pero ese es
un asunto que no trataré en esta oportunidad.
Sin
embargo, el fondo del planteamiento tiene que ver con la disminución del
contacto físico y de la creación de una cultura de espacio vital, que ha sido respaldada
por todos los instrumentos jurídicos. Empatía, auto-control, sentido moral y la
razón son los caminos por los cuales debe transitar un hombre y una sociedad
para alcanzar la paz definitiva. Sin duda un planteamiento que desmitifica la
creencia de que vamos hacia una catástrofe de magnitudes insospechadas, cuando
los datos, según muestra el autor, nos parecen indicar que nos dirigimos
hacia una sociedad sustentada en los principios de igualdad, fraternidad y
justicia.
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